Akros Educational entiende que los niños deben aprender en un entorno lúdico con independencia de los tipos de discapacidad intelectual que les afecten. Para ello, es fundamental ofrecerles material didáctico adaptado que permita que la experiencia educativa además les resulte divertida. Los recursos de Akros sirven para la educación en el sentido más amplio, y también como apoyo en la terapia de situaciones específicas, tales como el retraso de aprendizaje.

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Conoce los distintos tipos de discapacidad intelectual

Los recursos educativos de Akros también contribuyen a la rehabilitación de personas que hayan visto disminuidas sus facultades por algún tipo de daño cerebral; bien por accidente, por enfermedad o traumatismo. Por tanto, los recursos didácticos de Akros sirven a gente de todas las edades como un complemento de sus terapias específicas, o para afianzar el aprendizaje que proporcionan al paciente.

El retraso mental: Definición

La prevalencia de retraso mental (discapacidad intelectual) en la población es de aproximadamente 1%. En el ámbito clínico, social y científico, el término retraso mental se ha sustituido en gran medida por denominaciones como: “capacidades diferentes” o «discapacidad intelectual» que en el Manual de Diagnóstico de Trastornos Mentales (DSM-5) es ahora el equivalente de trastornos del desarrollo intelectual, adoptada en el proyecto de CIE-11. El DSM-5 no alude a la evolución del trastorno, para englobar en esta condición también la discapacidad intelectual adquirida, como resultado de una lesión durante el período de desarrollo.

La discapacidad intelectual no está bien definida como entidad clínica, pues es un síntoma predominante y común a diversas situaciones patológicas que difieren en su etiología, las características y la gravedad. El retraso mental (discapacidad intelectual) es un trastorno con inicio en la infancia e incluye el déficit de la inteligencia adaptativa a diferentes marcos conceptuales, sociales y prácticos.

 

 

El funcionamiento intelectual se refiere a las capacidades mentales generales, tales como el razonamiento, resolución de problemas, la planificación, el pensamiento abstracto, la capacidad de juzgar, el aprendizaje escolar y el aprendizaje de la experiencia. El retraso mental está definido por coeficiente intelectual (CI) que se obtiene a través de la evaluación de una o más de las pruebas de inteligencia estandarizadas (por ejemplo, la escala de la inteligencia Wechsler, Stanford Binet, escala Leiter-R). Un funcionamiento intelectual significativo por debajo de la media, de al menos dos desviaciones estándar, se define como un CI de valores aproximados de 70 e inferiores. Las puntuaciones de las pruebas para determinar el CI, no son el diagnóstico, sino que debe considerarse la evaluación del niño en cuanto a su nivel de adaptación global.

El funcionamiento de la adaptación global del niño se refiere a la eficacia con la que responde a las necesidades más comunes de la vida cotidiana y su grado de autonomía personal para su grupo de edad, los antecedentes sociales y los culturales. En otras palabras: su capacidad para llevar a cabo las actividades la vida diaria, saber comunicarse, ser capaz de participar en la sociedad, y su capacidad para poder vivir de forma independiente.

Clasificación de la discapacidad intelectual

Dependiendo del grado de deterioro, podemos enmarcar cuatro niveles de gravedad: leve, moderada, severa y extrema. Los cuatro niveles de severidad deben ser evaluados para cada uno de estos tres dominios:

  • Dominio conceptual. Incluye habilidades de lenguaje, lectura, escritura, matemáticas, razonamiento, memoria e incluso el conocimiento general.
  • Ámbito social. Es la capacidad de empatía, el juicio social e interpersonal, habilidades de comunicación, la capacidad de hacer y mantener amistades y habilidades similares.
  • Dominio práctico. Es la gestión de los espacios personales tales como saber cómo cuidar de sí mismos, la responsabilidad en el trabajo, la administración del dinero o de las actividades en el tiempo libre. También incluye el aspecto de la organización de las tareas de la escuela y de trabajo.

Discapacidad intelectual leve

Los afectados por discapacidad leve constituyen casi el 85% de las personas con discapacidad mental. El retraso mental leve en los niños no es inmediatamente evidente. Estos niños suelen desarrollar habilidades sociales y de comunicación en la edad preescolar (de 0 a 5 años de edad), y muestran un deterioro mínimo en áreas sensoriales y motoras. A menudo no se distinguen de los niños sin discapacidad hasta que entran en la escuela primaria. Pueden llegar a adquirir las habilidades académicas que corresponden aproximadamente al quinto cuso de primaria. Al final de la época de escolarización obligatoria, sobre los 14 ó 16 años, el joven tendrá una edad mental de entre 8 y 11 años de edad. Durante la edad adulta, por lo general, adquieren habilidades sociales y laborales adecuadas para un nivel mínimo de auto mantenimiento. Sólo necesitarán apoyo, orientación y asistencia en momentos puntuales, cuando se encuentren bajo un inusual grado de estrés social o económico.

Discapacidad intelectual moderada

La discapacidad intelectual moderada constituye entre el 10 y el 14% de toda la población de personas con discapacidad intelectual. La mayoría de los niños con retraso mental moderado adquieren muy lentamente el uso del lenguaje durante la edad preescolar. Pueden beneficiarse de la formación en actividades sociales y de trabajo, pero les resultará complicado avanzar más allá del nivel de la educación secundaria. En cuanto a su evolución cognitiva, alcanza una edad mental de entre 4 y 7 años (es decir, con apenas uso de razón). Pueden aprender a moverse por sí mismos en lugares conocidos. Durante la adolescencia, sus dificultades para reconocer las convenciones sociales pueden interferir con las relaciones con las demás personas. En la edad adulta, la mayoría puede realizar trabajos no cualificados, bajo supervisión, en un entorno laboral normal o protegido.

Discapacidad intelectual grave

La discapacidad grave constituye el 3 y el 4% de las personas con retraso mental. Durante la primera infancia, estas adquieren un nivel mínimo de lenguaje comunicativo: la producción verbal consiste principalmente en palabras sueltas o frases simples. Sus limitaciones implican el vocabulario y la construcción de la oración. Tienen capacidad de aprendizaje de actividades básicas de autocuidado. Obtienen resultados limitados en las materias escolares relacionadas con la alfabetización y son capaces de realizar operaciones aritméticas simples. En la edad adulta pueden ser capaces de realizar tareas sencillas en entornos de alta seguridad. La mayoría de ellos se adaptan bien a la vida en la comunidad o con su familia, a no ser que su discapacidad requiera atención especializada.

Discapacidad intelectual profunda

El grado de discapacidad intelectual profunda o extrema constituye aproximadamente el 1 y el 2% de los pacientes con retraso mental. La mayoría de quienes tienen este dictamen de retraso mental, también sufren una enfermedad neurológica diagnosticada que explica la existencia trastorno. Durante la primera infancia, muestran un deterioro significativo en el funcionamiento sensorial y en la motricidad. Los pacientes tienen un conocimiento muy limitado de la comunicación simbólica en el habla o gestos. Las personas pueden llegar a usar objetos para el cuidado personal, el trabajo o el ocio si han sido adaptados especialmente para ellos.

Pueden entender algunos gestos o instrucciones simples y comunicarse a través del lenguaje no verbal. Son personas dependientes de los demás en todos los aspectos. Necesitan cuidados en su saludo e integridad física de forma continua y a diario, aunque pueden ser capaces de colaborar en algunas de estas actividades. Algunos pueden realizar tareas simples en unos entornos muy controlados y protegidos. Las conductas inadaptadas pueden hacer acto de presencia en un pequeño porcentaje de estas personas.