Durante la infancia, los niños pueden manifestar determinados comportamientos no adecuados socialmente, considerándose problemáticos. Estos problemas pueden constituir una etapa pasajera en la vida del niño o en algunos casos, convertirse en realmente perturbadores para él y su entorno y constituir un trastorno de conducta.

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La rabia intensa es un síntoma de los trastornos de conducta en la infancia

Qué son los trastornos de conducta infantiles

Los trastornos de conducta serían manifestaciones conductuales disruptivas que suponen un gran problema para el niño o niña o su entorno debido a su peligrosidad, frecuencia, intensidad, además de generar un gran malestar y consecuencias negativas.

Pueden existir comportamientos problemáticos que no tienen por qué conferir un trastorno, por ejemplo, que un niño tenga ciertos problemas para aceptar algunos límites, se encuentre desmotivado para para ir a la escuela, etc. Son problemas en los cuales habría que intervenir si desde el entorno cercano del niño no se tienen los recursos necesarios, pero no constituyen un trastorno conductual.

Cómo se diagnostican los trastornos infantiles de conducta

Existen dos etiquetas diagnosticas que se encuentran dentro de los Trastornos de conducta. Son el Trastorno Negativista Desafiante y el Trastorno Disocial.

En el caso del Trastorno Negativista Desafiante, los niños manifiestan un patrón recurrente de comportamiento negativista, desafiante, desobediente y hostil dirigido sobre todo a las figuras de autoridad. Este patrón persiste durante al menos 6 meses. Algunos rasgos presentes son:

  • Fuertes enfados y rabietas con una intensidad muy desproporcionada respecto a la causa del mismo.
  • Discute y desafía a los adultos o rehúsa cumplir sus demandas en la mayor parte de las ocasiones.
  • Molesta a los demás de forma deliberada.
  • Acusa a los demás de sus errores o mal comportamiento, teniendo un nulo sentido de la responsabilidad.
  • Se muestra muy vengativo con los demás y se siente ofendido con facilidad.
  • A pesar de todo lo anterior, no realiza importantes transgresiones de las reglas social o de los derechos de los demás.
  • Para su diagnóstico es importante que exista un deterioro significativo de su actividad social, académica o laboral.

El Trastorno Disocial se caracteriza por un patrón de comportamiento persistente y repetitivo en el que se violan los derechos básicos de las otras personas o importantes normas sociales, debiéndose haber repetido este patrón al menos 3 veces en el último año. Algunos rasgos que manifiestan son:

  • Comportamientos agresivos. Suelen meterse en peleas, usar armas, intimidaciones y otras conductas delictivas como robos, agresiones sexuales o maltrato.
  • Comportamientos que causan pérdidas o daños a la propiedad de otras personas. Incendios, destrozos u otros procedimientos.
  • Fraudes o robos.
  • Consumo de tóxicos.
  • Son niños con muy poca empatía, se suelen frustrar con facilidad, su autoestima es muy baja y carecen de sentimiento de culpa o arrepentimiento.

Causas de los trastornos de conducta

Hipótesis biológicas

Existen algunas hipótesis biológicas para dar explicación a los trastornos disociales, éstas apuntan que estos niños podrían tener un nivel de activación bajo, por lo que para alcanzar el nivel óptimo necesitan estimulación constante. Otra hipótesis apunta a que el sustrato biológico sería que el sistema de recompensa estaría sobreactivado y el sistema de inhibición conductual infractivado.

Modelos de aprendizaje

Por un lado, hay factores relacionados con variables socioeconómicas de la familia que están relacionadas con las conductas disruptivas. El nivel socioeconómico bajo, el tamaño de la familia o la presencia de conflictos matrimoniales pueden influir en los trastornos de conducta de los niños.

Por otro lado, dentro de la familia, los modelos de crianza suelen tener mucho más peso sobre el comportamiento de los niños. Así, los modelos más autoritarios, caracterizados por padres que imponen las normas a los hijos, realizan muchas preguntas, suelen tratar con menosprecio, son fríos y suelen dejar poco lugar al diálogo, suelen relacionarse más con problemas conductuales en los hijos.

Por otro lado, los modelos negligentes también se relacionan con las conductas disociales. Hogares en donde los padres están ausentes, apenas existen límites y en general se permite el gobierno de los hijos, suelen reforzar ese tipo de comportamientos.

El apoyo emocional puede ayudar a cambiar las conductas disruptivas

Además de los estilos educativos, la presencia de psicopatología en algunos de los padres también podría relacionarse con problemas de conducta infantil.

Modelos sociocognitivos

También podría estar relacionado con un deficiente desarrollo moral, que en parte está mediado por el aprendizaje recibido.

Además del desarrollo moral, estos niños suelen tener déficits en el procesamiento social y en las habilidades de solución de problemas.

Existen determinantes sociales implicados en muchos casos, como por ejemplo el vivir en un ámbito urbano, estar rodeados de modelos delictivos y en ambientes socioeconómicos bajos.

Modelos emocionales

En ocasiones, estos comportamientos están causados por vivencias traumáticas que el niño necesita expresar y lo hace a través del acting out. Por ejemplo, situaciones de malos tratos, abusos, acoso escolar, abandono, negligencia paterna, pérdidas tempranas, etc. Pueden generar sentimientos negativos muy intensos en el niño que son manifestados mediante conductas disruptivas.

Tratamiento de los trastornos infantiles de conducta

El abordaje de este tipo de problemas debe dirigirse a la familia y al manejo conductual por parte del entorno de las manifestaciones comportamentales del padre. Algunas estrategias son:

Extinguir las conductas disruptivas en la medida que no supongan un peligro para sí mismo o los demás. Extinguir quiere decir no prestar atención a lo que el niño hace, ni de forma positiva ni en negativo. Hay que tener en cuenta que las reprimendas en cierto modo refuerzan la conducta al prestar atención al niño.

A la vez que se extinguen los comportamientos negativos, es de vital importancia que nos mostremos muy positivos y se refuerce de forma contingente todas aquellas manifestaciones comportamentales adecuadas. Así, el niño irá poco a poco emitiendo con más frecuencia conductas positivas, ya que debemos entender que el objetivo último de todas las conductas de los niños es sentirse importantes.

También, es importante que el niño se responsabilice de sus decisiones, así debemos de permitir que si ha ocasionado un problema a  otros repare el daño. Es necesario que intentemos que el niño quiera colaborar, por lo que en lugar de obligarle a hacerlo, podemos darle la oportunidad para que sea él el que busque de qué manera puede restablecer lo ocurrido. Para ello, hay que enseñar al niño técnicas de solución de problemas.

En algunos casos, es necesario entrenar a los niños en habilidades sociales,  ya que han de aprender otras formas de relacionarse con los otros y ser recompensados.

A nivel familiar, es necesario que toda la familia se implique en el proceso, ya que como hemos visto, los trastornos de conducta tienen una etiología multicausal y los patrones familiares tienen mucho peso. Por ello habrá que ver qué dinámicas familiares son las que han provocado y están manteniendo el problema.

Por último, es necesario trabajar el plano emocional del niño, ver qué emociones le han llevado a manifestar comportamientos disruptivos y odio hacia los otros.

Juegos para trabajar los trastornos de conducta

Los juegos de inteligencia emocional ayudan a expresar las emociones en niños con conductas problemáticas

Desde la familia, podemos trabajar el desarrollo emocional y moral a través de juegos educativos en los que participe toda la familia.

Los juegos de inteligencia emocional, nos ayudarán a trabajar que el niño sea capaz de autorregularse emocionalmente de una forma más adaptativa, tenga la oportunidad de expresarse a los demás a través del juego, siendo mucho más fácil para él.

Existen juegos educativos en valores que permitirán interiorizar aún más los valores sociales a nuestros hijos y reforzar lo que vayan aprendiendo a través de los modelos de su entorno.

Por último, el que toda la familia se siente a jugar va a fortalecer las relaciones familiares, siendo un momento especial en el que compartir, comunicarse y prestarse atención los unos a los otros.