La bulimia nerviosa es un cuadro psicológico alimentario frecuente en los jóvenes de los países desarrollados. Según ciertos estudios, la aparición de trastornos alimentarios asociados con la adolescencia, como la anorexia y la bulimia, ha descendido en edad hasta los niños más pequeños.

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Una persona bulímica padece una distorsión cognitiva respecto a su imagen corporal y, junto a su autoestima baja, termina por obsesionarse por controlar su peso mediante dietas exageradas, vómitos o purgantes. El hambre y la ansiedad desembocan en atracones que generan nuevos sentimientos de culpa que conducen de nuevo al ayuno; y recomienza el ciclo de hambre y atracones.

El término bulimia significa: “ingesta voraz” y se diferencia de la anorexia en que un paciente anoréxico puede desarrollar bulimia al cabo de un tiempo, pero los bulímicos rara vez desarrollan anorexia persistente. La bulimia es más frecuente que la anorexia nerviosa y también afecta en la adolescencia, pero en la bulimia caen también a los varones.

La bulimia impulsiva provoca que el niño se atraque de comer como respuesta al estrés. La bulimia relacionada con las dietas consiste en atracones motivados por el hambre de un ayuno. En los pacientes bulímicos el peso corporal puede oscilar bastante en periodos cortos de tiempo.

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Cómo identificar la bulimia nerviosa

La bulimia es frecuente y difícil de detectar y diagnosticar. Los niños bulímicos pasan desapercibidos, porque mantienen un aspecto normal, sin parecer obesos ni famélicos. Además son conscientes de su enfermedad y tienden a ocultarla, incluso si padecen un cuadro de depresión asociado. La sintomatología de la enfermedad consiste en:

  • Preocupación exagerada por la figura y el peso.
  • Episodios recurrentes de ingesta voraz al menos una vez por  semana durante más de un trimestre.
  • Incapacidad de controlar lo que se come, ni de parar la ingesta.
  • Alternancia de atracones y conductas compensatorias para perder peso -vómitos, laxantes, ayunos o practicar ejercicio-.
  • Los atracones se realizan a escondidas por vergüenza.
  • Variación constante del peso que influye en la decisión entre dieta o comilona.

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Para realizar el diagnóstico, se necesita una exploración completa y la historia clínica detallada, porque el niño puede sufrir procesos secundarios que es vital diagnosticar. Después se procederá con los protocolos de actuación establecidos según la gravedad del caso. Existen casos de curaciones espontáneas o  progresivas a lo largo del tiempo, pero la tasa de mejora supera el 70% si se aplica el tratamiento a tiempo. Como ocurre en la anorexia, el pronóstico es mejor si el cuadro se diagnostica pronto.

Existen unidades hospitalarias especializadas en el tratamiento de trastornos de conducta alimentaria (TCA). El médico de cabecera y las asociaciones de Anorexia y Bulimia pueden informar a los padres del paciente sobre los medios disponibles en su Comunidad Autónoma.

 

Cuándo acudir a un especialista

Es fundamental la detección y el diagnóstico prematuro de la enfermedad para evitar que se convierta en crónica y empeore el pronóstico. Padecer la enfermedad por largos periodos de tiempo acarrea secuelas psicológicas y físicas.

Consecuencias psicológicas

El enfermo padece ansiedad y sentimiento de culpa hasta el extremo de odiarse a sí mismo. Empeoran las relaciones familiares, con los amigos y en la escuela. La baja autoestima deriva en cuadros depresivos, riesgo de consumo de sustancias tóxicas y peligro de suicidio.

En las relaciones sociales, los bulímicos caen en la codependencia emocional y se obsesionan con agradar a todo el mundo. Sufren por su intolerancia ante la frustración y las críticas, y por su excesivo perfeccionismo. Otra conducta de riesgo la provoca la sexualidad descontrolada asociada a la enfermedad: las prácticas sexuales desordenadas de un joven bulímico pueden llegar a convertirlo en un abusador, o resultar víctima de abuso.

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Consecuencias físicas de la bulimia

Los vómitos inducidos provocan en las manos unas erosiones características -signos de Russell-, además de hemorragias y desgarros en el esófago y la garganta, y el desgaste del esmalte de los dientes. Con el vómito disminuyen el sodio y el potasio y ese déficit causa debilidad muscular, falta de concentración y desorientación, extremidades entumecidas, insuficiencia cardíaca, litiasis renal y enfermedades de tiroides, entre otros procesos.

 

Causas de la bulimia nerviosa

Son trastornos multicausales y se desconocen las causas exactas, pero sí los factores de predisposición y desencandenantes. Las alteraciones pueden coincidir con el período prepuberal y de la pubertad, etapa en la cual los niños son más vulnerables. Dichos factores, entre otros, pueden ser los siguientes:

  • Un episodio puntual traumático; o que cause o dolor emocional de manera continua, como abuso sexual en la infancia, o malos tratos.
  • Sentimiento de rechazo y de carencia de afectos.
  • Rupturas dolorosas de relaciones.
  • Aumenta la probabilidad de desarrollar un TCA en una familia en la que uno de sus miembros lo ha padecido, o si uno de los progenitores sufre trastornos emocionales. También si dentro de la familia existe un déficit en la comunicación y, al contrario, si los padres se preocupan por el peso de sus hijos de forma exagerada.
  • Infravaloración de de sí mismos. Los modelos de belleza del entorno, potenciados por los medios de comunicación, ejercen presión sobre los jóvenes, y tratan de imitarlos para sentirse integrados socialmente.
  • Desordenes bioquímicos y orgánicos, donde puede considerarse la predisposición genética.
  • Rasgos de carácter como el perfeccionismo, la compulsividad o la  hipersensibilidad.

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Tratamiento

La prevención y el tratamiento de la bulimia nerviosa tienen que abordar sus aspectos físicos,  psicológicos y del entorno familiar. La idea es que el paciente recupere el peso normal para su edad y reciba una educación alimentaria correcta que le evite los patrones anómalos de conducta. El niño precisa un seguimiento psicológico y apoyo emocional y conductual. Es importante que el terapeuta colabore con técnicas conductuales y el nutricionista elabore un plan dietético concreto para reorganizar los hábitos alimentarios.

El tratamiento combina la terapia de grupo y la individual; el apoyo del grupo mantiene la motivación y resulta un paliativo de las recaídas. La terapia familiar posibilita la resolución de los conflictos en las relaciones e instruye al grupo familiar sobre cómo apoyar al paciente.

El tratamiento individual incide en la motivación del niño o en la educación para sus relacioens sociales. Tambié pueden llegar a prescribirse antidepresivos como apoyo al tratamiento de la bulimia, pero en el pfundamento de la recuperación  siempre será el tratamiento integral del niño y de su entorno familiar. Cualquier medicación con antidepresivos suele administrarse mientras se aplica al niño la terapia psicológica y siempre se prescribirá bajo control médico.

La frecuencia de las recaídas aconseja que se realice un tratamiento sin metas exageradas ni muy precipitadas en el tiempo. Así se evita que la frustración por los fracasos interfiera en la recuperación. De este modo, el niño gana en autoestima y confianza en su recuperación.

La bulimia nerviosa infantil en el hogar

Es raro que un paciente con bulimia nerviosa requiera ingreso hospitalario, pero está indicado en los casos en que es imposible realizar el tratamiento de forma ambulatoria, como cuando el niño presenta síntomas graves, o porque en casa evita cumplir el tratamiento de forma correcta. Las ideaciones suicidas son motivo de ingreso hospitalario por el riesgo que conlleva la falta de control de los impulsos de autoagresión. También es aconsejable el ingreso del enfermo si su entorno familiar es conflictivo.